“Cruceros a tope. Las ofertas y los descuentos atraen a un aluvión de pasajeros”, decía la portada de un diario de tirada nacional no hace muchos días. La crisis económica ha cambiado el destino turístico de numerosas personas. Si es uno de los que ha decidido embarcarse, empezaremos por despejar alguno de los mitos que ronda a los hombres de la mar.
De entrada, olvídense de que ante un naufragio las mujeres y los niños primero. Esa épica ley no escrita de la mar es papel mojado. Así lo han demostrado dos investigadores suecos que han comparado la estadística de 16 naufragios ocurridos entre 1852 y 2011 y en los que se vieron implicados más de 15.000 pasajeros de más de 30 nacionalidades.
El objetivo del estudio era contrastar con un modelo empírico cual era la actitud de las personas ante una situación de vida o muerte: si ayudar a los más débiles u optar por la ley del más fuerte y el sálvese quien pueda.
En los resultados, los más prosaicos y previsibles, en estos sucesivos desastres marítimos los niños encabezan el número de víctimas mortales y desaparecidos, seguido por las mujeres, hombres -cuyo índice de supervivencia duplica al de la mujeres- y, como era de esperar, capitán o marinería es el grupo donde se contabilizaron el mayor número de supervivientes.
Los investigadores describen que ante una situación de emergencia, se asume que los individuos más fuertes debieran de tener un comportamiento más solidario con los más débiles o necesitados, pero la realidad demuestra que “los seres racionales tienden a comparar el beneficio y el riesgo que implica ayudar a alguien por lo que si ayudar implica un incremento en el riego de muerte parece más lógico que cualquier individuo se salve a si mismo antes de ayudar a otro”. Que es en definitiva lo que demuestran los datos.
Paradójicamente, la excepción a esta norma la encontramos en el naufragio del ‘Titanic’, donde al margen de otro tipo de errores, supervivieron al desastre más mujeres que hombres.
Dicho lo dicho, si es de los que se embarcan, tenga en cuenta que vivir esta experiencia supone convivir con otra multitud de personas -hay cruceros que albergan entre tripulación y pasaje las 2.000 personas, todo una población- en un recinto no excesivamente amplio. Así que cuidado, que los virus campan sueltos.
Asimismo, es conveniente estar continuamente hidratado, protégase del sol que parece que con la contínua brisa no quema y protégase también contra las picaduras de mosquitos. Y cómo no, no olvide las pastillas contra el mareo, que ya sabe que sobre el mar parece que todo se mueve bajo los pies.
Y, poco más, buena travesía.
Enrique Leite
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